Origen

La controversia sobre La Cena del Señor

Como se mencionó en la sección anterior sobre la Reforma en el Palatinado, Federico III (1515-1576) se hizo cargo de la posición de su tío Otto Henry -que no tuvo hijos-  como elector. Federico tomó este puesto en 1559 y no bien comenzaba funciones cuando tuvo que hacer frente a una fuerte polémica .

El desacuerdo versaba sobre la doctrina de la Cena del Señor. A un lado de la disputa estaba Tilemann Heshusius quien era uno de los profesores de la universidad de Heidelberg y que también fungía como predicador de la iglesia principal de esta ciudad, la Heiliggeistkirche, este hombre era un firme defensor de la visión luterana de la Cena, esto significaba que insistía en que Cristo se encontraba real y físicamente presente cuando la Santa Cena era celebrada. Del otro lado se encontraba Wilhelm Klebitz, estudiante de la universidad y diácono de la iglesia, Klebitz promovía una visión más reformada de la Cena del Señor, aseguraba que los creyentes mantienen una comunión real y espiritual con Cristo quien, sin duda, se encuentra espiritualmente pero no físicamente presente al celebrarse el sacramento. La disputa entre estos dos hombres llegó a ser tan amarga y tan conocida que incluso fue sostenida desde el púlpito. En un momento determinado, Federico III decidió que, para la paz y el bienestar de la iglesia, el choque entre estos dos hombres tenía que parar. El elector actuó sin miramientos y despidió a los dos, enviándolos a buscar otro lugar para vivir. 

Luego de que Federico III despidió a Heshusius y a Klebitz, las cosas se calmaron un poco en Heidelberg, pero con la salida de Heshusius, dos importantes puestos tenían que ser cubiertos, la universidad necesitaba un nuevo profesor de teología y la iglesia necesitaba otro predicador. El primer hombre reclutado por el elector para llenar estos vacíos era Gaspar Oleviano; durante un tiempo fue profesor en la universidad, pero pronto se asentó en su nuevo papel como predicador de la Heiliggeistkirche. Poco después, Zacarías Ursino también llegó a Heidelberg a petición de Federico III; fue él quien asumió el papel de profesor de teología en la universidad. La llegada de estos dos hombres sentó las bases para la redacción del Catecismo de Heidelberg, pero es importante notar que el hombre que realmente puso la maquinaria en marcha no fue el predicador ni el profesor, sino el mismísimo elector Federico III que vio la necesidad de un nuevo catecismo y se aseguró de que llegara a su término. 

El elector Federico III encarga un nuevo catecismo 

Una vez que el Catecismo de Heidelberg estuvo completo, Federico III adjuntó su propio prefacio personal al documento. Este prefacio arroja algo de luz sobre el por qué estaba tan interesado en contar con un catecismo de alta calidad para su territorio. En este prefacio, el elector destaca lo siguiente: 

- Los funcionarios de gobierno no sólo tienen el deber de mantener el orden y la paz dentro de su territorio, sino "también y sobre todo, de constantemente amonestar y conducir a sus ciudadanos al devoto conocimiento y temor del Todopoderoso y de Su santa palabra de salvación".

-Aunque sus predecesores habían plantado las semillas de la Reforma en el Palatinado, estos esfuerzos nunca dieron lugar a la abundante cosecha espiritual que muchos estaban esperando.

-Una razón clave de los resultados mediocres fue que no se prestó suficiente atención a la juventud que se encontraba o bien "despreocupada con respecto de la doctrina cristiana", "enteramente sin instrucción cristiana", "educada de modo desorganizado", o "envuelta en preguntas irrelevantes e innecesarias"; y en muchos casos, se podía tratar de una combinación de las cuatro. 

Por lo tanto, con el fin de abordar el problema mencionado -que, por cierto, no se limitaba a los jóvenes- el elector Federico III encargó "la preparación de un curso que condensara la instrucción o el catecismo de nuestra religión cristiana según la palabra de Dios".

Este nuevo catecismo debía ser utilizado tanto en "las iglesias como en las escuelas" por "pastores y maestros"; de esta manera habría coherencia en la enseñanza y ya no más maestros y predicadores que "adoptan cambios diarios o introducen doctrinas erróneas". 

Así, con los jóvenes de su ciudad y el futuro de la iglesia de Cristo en el corazón, el elector Federico III encargó la redacción del Catecismo de Heidelberg. Con esto el elector expresó la esperanza de "que si nuestros jóvenes son instruidos y educados en la Palabra desde edad temprana, agradará a Dios Todopoderoso conceder también la reforma de la moral pública y privada y el bienestar temporal y eterno ".  

Nota: Todas las citas de esta página se han tomado de la traducción al Inglés del prefacio original tal como se encuentra en: Richards, G.W. El Catecismo de Heidelberg: Estudios Históricos y Doctrinales (Filadelfia, 1913), p.182-99.